Historias Cotidianas
Yo me crié en
un pueblo bien chiquitito, de esos que casi ni aparecen en el mapa. Después de
haberme ido a vivir a Santiago por un tiempo, volví al hogar de mis padres con
mi pequeña hija a disfrutar de unos agradables días de verano. Y resultó, que
paseando un día con la pequeña, se le lanzó encima un perro de esos pitbull… y
yo en un 2 por 3, me puse a la niña encima de mi pecho y agarre el coche
paraguas donde la llevaba, lo cerré y le comencé a pegar al perro para que se
alejara. En eso el perro se me tira a mí encima y yo como loca empiezo a pedir
ayuda!!!...en eso miro hacia la esquina y había una pareja de carabineros
viendo la situación. La paca que estaba ahí, me miró y se cagó de la risa sin
prestarme ninguna ayuda. Y uta, esa huea’ hizo que ardiera de rabia, al punto
que me acerqué enojadísima donde ella y con el mismo coche, le planté un golpe
en plena cara, sin medirme para nada. La cuestión, es que a la paca le quebré
un diente con el golpe…y bueno, cuento corto, me llevaron para la comisaria, y
me tuvieron toda la tarde ahí los hueones. Pero como es un pueblo chico, no
quisieron armar tanto alboroto, y al final decidieron que tenía que pagarle el
diente a la paca poh. Uta en ese tiempo, te estoy hablando de 500 lucas por lo
menos, harta plata….
La cuestión es
que le pagué el diente a la carabinera, y lo único que quería era olvidar ese
episodio, porque me hacía sentir super mal. Yo no acostumbro a reaccionar así y
esa fue una impulsividad mía no más, al ver el daño que le pude haber
ocasionado el perro a mi hija y nadie me ayudaba.
Pasaron los
años, y el cargo de conciencia también paso con el tiempo. En ese entonces, yo
me encontraba trabajando el Valparaíso y tenía que viajar recurrentemente a
Santiago. Un día resultó, que yo iba por la autopista del sol, iba a más de lo
permitido, como a 125 km/h y los carabineros que estaban controlando me
pararon. Shuuuuu!! dije yo, parte
seguro. Resignada me estacioné como me indicaron y al acercarse carabineros al
auto, quedé realmente perpleja. Era la misma paca que le había quebrado el
diente y dije entre mí: nooo… aquí cagué.
La paca se acercó a mí, y yo estoy segura que me reconoció, nunca se olvidó de mí.
Miró el auto, me pidió los documentos y se fue detrás a conversar con el otro
carabinero. Mientras me lamentaba de mi mala suerte, la carabinera vuelve hacia
mí, me entrega los papeles y con una sonrisa dejándose entre ver su diente de
oro, me dice: Debería conducir con más prudencia, acuérdese que va con su hija
en el auto, y de seguro no le gustaría que le pasara algo. Hasta luego.
Yo, roja como un
tomate, atiné solamente a irme rapidito. Hasta el día de hoy me acuerdo de la
situación y siempre concluyo lo mismo: las
vueltas de la vida.
Historias cotidianas, Agosto 2014.