Leyendo algunos libros referentes a estudios agroalimentarios he
encontrado diversas teorías referentes a la ingesta de distintas
especies de animales (cerdos, vacas, caballos, etc.). como sabemos,
tanto su consumo como su prohibición está fuertemente normado
dentro de cada sociedad. Es decir, lo que considermos o no como
“comible” es socialmente y no naturalmente determinado.
Sin ser experto en la materia, imagino el horror que a cada persona
podría significarle el hecho de pensar siquiera en consumir carne
procedente de otro ser humano. En muchas culturas y civilizaciones el
canibalismo es considerado un tabú alimentario, no obstante, si
analizamos las legislaciones de algunos países occidentales podremos
advertir de que ni siquiera esta tipificado como delito. Es
considerado algo tan terrible e improbable que no es considerado en
los registros de texto legales.
La primera referencia cultural que se me viene a la cabeza, es
aquella relacionada con la liturgia católica, ese rito de la
eucaristía, en donde son repartidas la “carne” y la “sangre”
de cristo. Sin duda una abierta incitación al canibalismo, que muy
pocos osarían de calificar de tal.
Otra referencia cultural -que se conecta con el canibalismo de
emergencia- es la típica escena de un prolongado aislamiento sin
posibilidades de encontrar comida, ya sea un accidente aéreo, una
isla o asuntos semejantes. El ser humano como un animal omnívoro,
esta capacitado para comer cualquier cosa que no sea inmediatamente
tóxica y sentir placer por aquello. Nuestra cualidad de seres
omnívoros nos capacita para comernos unos a otros. Los Cerdos en
riesgo de morir de hambre, también recurren a esta solución.
Siguiendo el argumento desarrollado por Marvin Harris podremos dar
cuenta de dos tipos de situaciones caníbales, por un lado, el
canibalismo de emergencia y por otro, el de raigambre cultural.
Siguiendo la segunda opción podemos ver que el canibalismo ritual
suele contextualizarse en sociedades aldeas, por ejemplo en la
América pre-colombina puede presentarse hasta la etapa formativa y
no dejar de ser, más que ritual. Pueblos como los mapuches, los
iroqueses en Norteamérica, hurones, además de otros que habitan la
cuenca amazónica, los tupinambas que habitaban el actual
emplazamiento de Sao Paulo desarrollaban estos rituales, aunque con
sus obvios matices.
Una característica común que podemos ver en estas sociedades es el
hecho de que; como dijimos antes, carecen del Estado-Nación. No hay
quien cobre tributos, no hay quien reprima los conflictos, no hay
quien detente el monopolio de la violencia legítima, como diría Max
Weber. En esta situación es necesario hacer una diferencia, ya que
por un lado tenemos la costumbre funeraria de comerse el cadáver de
un familiar o parte de el; y por otro lado, un canibalismo de guerra,
en donde la forma de abastecerse de carne humana es aquella
procedente de prisioneros de guerra.
La mayoría de los actos de canibalismo ritual tiene relación con
contextos de guerras primitivas entre diversas sociedades bandas. El
tomar prisioneros era un lujo que no podían permitirse, una boca mas
que alimentar, un adulto “improductivo”.
En
el caso de consumir cadáveres de familiares muertos por causas
naturales; de acuerdo al registro etnográfico, suele carbonizarse la
carne y huesos, para luego ser reducidos a cenizas para ser
consumidos en un ritual familiar. Las sociedades bandas reconocieron
el peligro de consumir carne de cadáveres, debido a la posible
trasmisión de enfermedades, a la vez que cuando la muerte es por
causas naturales se produce una baja de peso y una perdida de grasas
y carnes, que ni siquiera justificaría el combustible gastado para
su cocción. En este sentido, el consumo de cadáveres en estos casos
gurda una función mas que nada de ritual, en vez de algo una
realmente nutricional, es decir, la significación de la acción de
comerse a otro no está pensada como algo nutricional, como podría
ser recolectar frutas, sino que tiene otra perspectiva por parte de
los sujetos que la realizan. Por ejemplo, tomar parte del ser ido
he incorporarlo o guardarlo adentro de sí mismo.
Además, el hecho de que al ser totalmente carbonizados, los cuerpos
eliminan gran parte de su carga nutricional que pueda ser una
tentación en época de hambre. Matar por ejemplo a los miembros mas
ancianos de la aldea, cuestión que claramente hubiera debilitado los
lazos de convivencia, a través de recriminaciones mutuas entre
aquellos parientes que demuestren mas voracidad para con los restos
de sus seres queridos.
Estas
son las desventajas a la hora de comer la carne de parientes muertos
en forma natural (enfermedades o vejez, aunque en rigor estos
conceptos no existían en sociedades de aldeas y recolectoras, toda
muerte era atribuida a espíritus o brujería productos de
animadversiones de otra persona dentro o fuera del grupo.) ahora
cuando el suministro de carne humana es producto de la guerra estas
desventajas se ven parcialmente subsanadas. La calidad de la carne es
superior a la de un viejo o un enfermo; se trataría de un robusto
guerrero, joven, sano y bien alimentado, con el cual los únicos
lazos sentimentales que existirían serian los de reciprocidad
negativa, es decir, odio y flechas por competir en los mismos nichos
ecológicos. Hasta ahora, dos puntos a favor del canibalismo bélico.
Si pensáramos en el ser humano como un animal para cazar, pronto
nos daríamos cuenta que, a pesar de ser una presa de grandes
dimensiones y que contiene cortes de carne realmente grandes, es muy
difícil de atrapar y peligroso por lo demás, tiene mas o menos la
misma capacidad de razonamiento que su cazador, por no mencionar una
semejante habilidad con armas y herramientas por el estilo. Además a
diferencia de otras especie susceptibles de ser cazadas, en las
cuales las posibilidades de caza aumentan proporcionalmente al tamaño
de la manada, en el ser humano, a mayor el tamaño de la manada de
humanos, menores son las posibilidades de éxito.
En
suma podemos ver que si habían prisioneros de guerra a la espera de
ser cocinados y servidos, no es porque fueran cazados especialmente
para ese propósito, sino que producto de las relaciones políticas
de cada aldea y del estado de guerra en el que se encontraran la
carne humana era básicamente un producto secundario…y sabroso.
Cuando un poblado planeaba un ataque contra otro, estos generalmente
consistían en un desordenado ataque al amanecer, con pocas
posibilidades de respuesta del oponente, una especie de malon, en el
cual capturaban guerreros y otros seres humanos. La retirada era
rápida, para evitar una reagrupación del enemigo y enfrentarlo en
su territorio. Los prisioneros de guerra eran conducidos hasta la
aldea atacada y faenado en ceremonias llenas de simbolismos y muy
teatrales. Como dijimos antes, este tipo de canibalismos bélico se
dio en sociedades a nivel de aldeas, anterior a la emergencia de
estados modernos.
Si
lo miramos con una visión contemporánea y etnocéntrica. Claro,
esto nos podría parecer una salvajada, pero en una segunda lectura y
comparando con las terribles atrocidades que han realizado los
Estados Nacionales modernos, el hecho de comerse a otra persona queda
en una posición casi anecdótica (para nosotros, pero muy dramática
para el infeliz que podría ser devorado). Siglos tras siglos, los
modernos Estados Nacionales han venido perfeccionando el arte de
matar, torturar y destruir personas con una sofisticación
tristemente admirable. Puede que ahora este totalmente prohibido el
canibalismo bélico, pero los campos de batallas siguen quedando
regados de cadáveres.
Sin embargo, debemos dar cuenta de una sobrecogedora excepción a
esta regla; el que los Estados, ya sea arcaicos o modernos, no
promuevan el canibalismo, y no solo eso, sino que lo prohíban de
cuajo. Esta excepción será analizada en nuestra próxima columna:
los aztecas ¿Por qué un estado se comería a sus súbditos?