lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Por qué no comerse a la gente?


Leyendo algunos libros referentes a estudios agroalimentarios he encontrado diversas teorías referentes a la ingesta de distintas especies de animales (cerdos, vacas, caballos, etc.). como sabemos, tanto su consumo como su prohibición está fuertemente normado dentro de cada sociedad. Es decir, lo que considermos o no como “comible” es socialmente y no naturalmente determinado.

Sin ser experto en la materia, imagino el horror que a cada persona podría significarle el hecho de pensar siquiera en consumir carne procedente de otro ser humano. En muchas culturas y civilizaciones el canibalismo es considerado un tabú alimentario, no obstante, si analizamos las legislaciones de algunos países occidentales podremos advertir de que ni siquiera esta tipificado como delito. Es considerado algo tan terrible e improbable que no es considerado en los registros de texto legales.

La primera referencia cultural que se me viene a la cabeza, es aquella relacionada con la liturgia católica, ese rito de la eucaristía, en donde son repartidas la “carne” y la “sangre” de cristo. Sin duda una abierta incitación al canibalismo, que muy pocos osarían de calificar de tal.

Otra referencia cultural -que se conecta con el canibalismo de emergencia- es la típica escena de un prolongado aislamiento sin posibilidades de encontrar comida, ya sea un accidente aéreo, una isla o asuntos semejantes. El ser humano como un animal omnívoro, esta capacitado para comer cualquier cosa que no sea inmediatamente tóxica y sentir placer por aquello. Nuestra cualidad de seres omnívoros nos capacita para comernos unos a otros. Los Cerdos en riesgo de morir de hambre, también recurren a esta solución.

Siguiendo el argumento desarrollado por Marvin Harris podremos dar cuenta de dos tipos de situaciones caníbales, por un lado, el canibalismo de emergencia y por otro, el de raigambre cultural. Siguiendo la segunda opción podemos ver que el canibalismo ritual suele contextualizarse en sociedades aldeas, por ejemplo en la América pre-colombina puede presentarse hasta la etapa formativa y no dejar de ser, más que ritual. Pueblos como los mapuches, los iroqueses en Norteamérica, hurones, además de otros que habitan la cuenca amazónica, los tupinambas que habitaban el actual emplazamiento de Sao Paulo desarrollaban estos rituales, aunque con sus obvios matices.

Una característica común que podemos ver en estas sociedades es el hecho de que; como dijimos antes, carecen del Estado-Nación. No hay quien cobre tributos, no hay quien reprima los conflictos, no hay quien detente el monopolio de la violencia legítima, como diría Max Weber. En esta situación es necesario hacer una diferencia, ya que por un lado tenemos la costumbre funeraria de comerse el cadáver de un familiar o parte de el; y por otro lado, un canibalismo de guerra, en donde la forma de abastecerse de carne humana es aquella procedente de prisioneros de guerra.

La mayoría de los actos de canibalismo ritual tiene relación con contextos de guerras primitivas entre diversas sociedades bandas. El tomar prisioneros era un lujo que no podían permitirse, una boca mas que alimentar, un adulto “improductivo”.

En el caso de consumir cadáveres de familiares muertos por causas naturales; de acuerdo al registro etnográfico, suele carbonizarse la carne y huesos, para luego ser reducidos a cenizas para ser consumidos en un ritual familiar. Las sociedades bandas reconocieron el peligro de consumir carne de cadáveres, debido a la posible trasmisión de enfermedades, a la vez que cuando la muerte es por causas naturales se produce una baja de peso y una perdida de grasas y carnes, que ni siquiera justificaría el combustible gastado para su cocción. En este sentido, el consumo de cadáveres en estos casos gurda una función mas que nada de ritual, en vez de algo una realmente nutricional, es decir, la significación de la acción de comerse a otro no está pensada como algo nutricional, como podría ser recolectar frutas, sino que tiene otra perspectiva por parte de los sujetos que la realizan. Por ejemplo, tomar parte del ser ido he incorporarlo o guardarlo adentro de sí mismo.

Además, el hecho de que al ser totalmente carbonizados, los cuerpos eliminan gran parte de su carga nutricional que pueda ser una tentación en época de hambre. Matar por ejemplo a los miembros mas ancianos de la aldea, cuestión que claramente hubiera debilitado los lazos de convivencia, a través de recriminaciones mutuas entre aquellos parientes que demuestren mas voracidad para con los restos de sus seres queridos.

Estas son las desventajas a la hora de comer la carne de parientes muertos en forma natural (enfermedades o vejez, aunque en rigor estos conceptos no existían en sociedades de aldeas y recolectoras, toda muerte era atribuida a espíritus o brujería productos de animadversiones de otra persona dentro o fuera del grupo.) ahora cuando el suministro de carne humana es producto de la guerra estas desventajas se ven parcialmente subsanadas. La calidad de la carne es superior a la de un viejo o un enfermo; se trataría de un robusto guerrero, joven, sano y bien alimentado, con el cual los únicos lazos sentimentales que existirían serian los de reciprocidad negativa, es decir, odio y flechas por competir en los mismos nichos ecológicos. Hasta ahora, dos puntos a favor del canibalismo bélico.

Si pensáramos en el ser humano como un animal para cazar, pronto nos daríamos cuenta que, a pesar de ser una presa de grandes dimensiones y que contiene cortes de carne realmente grandes, es muy difícil de atrapar y peligroso por lo demás, tiene mas o menos la misma capacidad de razonamiento que su cazador, por no mencionar una semejante habilidad con armas y herramientas por el estilo. Además a diferencia de otras especie susceptibles de ser cazadas, en las cuales las posibilidades de caza aumentan proporcionalmente al tamaño de la manada, en el ser humano, a mayor el tamaño de la manada de humanos, menores son las posibilidades de éxito.

En suma podemos ver que si habían prisioneros de guerra a la espera de ser cocinados y servidos, no es porque fueran cazados especialmente para ese propósito, sino que producto de las relaciones políticas de cada aldea y del estado de guerra en el que se encontraran la carne humana era básicamente un producto secundario…y sabroso. Cuando un poblado planeaba un ataque contra otro, estos generalmente consistían en un desordenado ataque al amanecer, con pocas posibilidades de respuesta del oponente, una especie de malon, en el cual capturaban guerreros y otros seres humanos. La retirada era rápida, para evitar una reagrupación del enemigo y enfrentarlo en su territorio. Los prisioneros de guerra eran conducidos hasta la aldea atacada y faenado en ceremonias llenas de simbolismos y muy teatrales. Como dijimos antes, este tipo de canibalismos bélico se dio en sociedades a nivel de aldeas, anterior a la emergencia de estados modernos.

Si lo miramos con una visión contemporánea y etnocéntrica. Claro, esto nos podría parecer una salvajada, pero en una segunda lectura y comparando con las terribles atrocidades que han realizado los Estados Nacionales modernos, el hecho de comerse a otra persona queda en una posición casi anecdótica (para nosotros, pero muy dramática para el infeliz que podría ser devorado). Siglos tras siglos, los modernos Estados Nacionales han venido perfeccionando el arte de matar, torturar y destruir personas con una sofisticación tristemente admirable. Puede que ahora este totalmente prohibido el canibalismo bélico, pero los campos de batallas siguen quedando regados de cadáveres.

Sin embargo, debemos dar cuenta de una sobrecogedora excepción a esta regla; el que los Estados, ya sea arcaicos o modernos, no promuevan el canibalismo, y no solo eso, sino que lo prohíban de cuajo. Esta excepción será analizada en nuestra próxima columna: los aztecas ¿Por qué un estado se comería a sus súbditos?