La decisión del Partico Comunista de Chile de apoyar la candidatura de Michelle Bachelet es otro de esos momentos sui generis que la política chilenas nos entrega religiosamente cada cierto tiempo.
Si
lo analizamos, aunque sea solo un momento, las contradicciones que de
este hecho emanan son cuantiosas. En primer lugar está la contradicción de su
retórica pro movimientos sociales e integración de la sociedad civil en la
democracia y por otro, ésta incorporación (o más bien reafirmación de su
permanencia) en el establishment
político de este país. Esta situación se ve (tristemente) reflejada y
personificada en las candidaturas de Vallejos, Cariola, Ballesteros, entre
otros.
Sabemos que si algo tienen en común el PC y la UDI es su orgánica
y disciplina partidista y en este sentido, las conductas de los ex dirigentes
estudiantiles antes mencionados, podrían comprenderse con cierta facilidad al
interpretarse como ordenes de partido.
Lo que a mi juicio es difícil de dilucidar, son las verdaderas razones que Teillier y CIA sopesaron al momento de
otorgar su apoyo a una candidata con la cual tienen diferencias profundas, de
hecho, hubiese sido más natural un
apoyo a Marcel Claude tal como lo mencionara Tomás Moulian hace algunos días
atrás en el mostrador o al mismo Juan
Antonio Gómez como esbozara Karol Cariola hace algún tiempo.
Lo que plantea la dirigencia del PC
como argumento para apoyar la candidatura de Michelle es su supuesta (y al
parecer única) capacidad de articular a lo que han llamado nueva mayoría, aunque sinceramente no entiendo que intentan expresar
con ese slogan. Hace algunas semanas el señor Teillier
señalo que… “La única candidatura que
puede concitar en torno suyo a esta nueva mayoría que nosotros venimos
proponiendo desde hace tiempo, y que lo pueda hacer en torno a un programa de
transformaciones profundas, es Michelle Bachelet”. A mi juicio, detrás de esta declaración de
intención de apoyo, hay dos cuestiones centrales:
1.-
la primera tiene que ver con la
incapacidad del Partido comunista, y principalmente, de las juventudes comunistas de constituirse
como un ente político válido para los
movimientos sociales que emergieron (con mayor fuerza) desde el 2011 y por
tanto, refleja la incapacidad de este conglomerado de validarse como un espacio
político que permita dar cauce a las demandas ciudadanas, y
2.-
en segundo lugar, está la búsqueda innegable del PC de asentarse al interior
del establishment político y por
tanto, si quiere lograrlo debe negociar ciertas cuestiones propias de este
espacio, por ejemplo cupos para sus candidatos a la cámara de diputados a
cambio de este apoyo.
Ahora bien, el proceder del PC en este
último tiempo, es decir, el hecho de sumarse a la candidatura de otro
conglomerado o partido político no es algo nuevo a lo largo de sus cien años de
historia. En este periodo se han sumado a otros proyectos políticos, la diferencia está a mi juicio en que en esta
oportunidad la contradicción que se produce con este apoyo es notable ya que se
da en dos niveles. La primera tiene que
ver con la ruptura que esta decisión produce con las bases del partido y la
segunda con que este apoyo no obedece a un proyecto político, a una visión
social conjunta, sino a un mero cálculo político que Tarrow y otros pensadores
enmarcarían por ejemplo en las estructuras de las oportunidades políticas.
Sabemos que la política institucional
funciona de esta forma perversa y lo sucedido con el PC no es más que un nuevo
ejemplo. Lo que debemos de sacar en limpio, es que a lo que ellos denominan
pacto, en la calle le dicen… una mano
lava la otra y las dos lavan la cara.