miércoles, 3 de septiembre de 2014

Las vueltas de la vida



Historias Cotidianas

Yo me crié en un pueblo bien chiquitito, de esos que casi ni aparecen en el mapa. Después de haberme ido a vivir a Santiago por un tiempo, volví al hogar de mis padres con mi pequeña hija a disfrutar de unos agradables días de verano. Y resultó, que paseando un día con la pequeña, se le lanzó encima un perro de esos pitbull… y yo en un 2 por 3, me puse a la niña encima de mi pecho y agarre el coche paraguas donde la llevaba, lo cerré y le comencé a pegar al perro para que se alejara. En eso el perro se me tira a mí encima y yo como loca empiezo a pedir ayuda!!!...en eso miro hacia la esquina y había una pareja de carabineros viendo la situación. La paca que estaba ahí, me miró y se cagó de la risa sin prestarme ninguna ayuda. Y uta, esa huea’ hizo que ardiera de rabia, al punto que me acerqué enojadísima donde ella y con el mismo coche, le planté un golpe en plena cara, sin medirme para nada. La cuestión, es que a la paca le quebré un diente con el golpe…y bueno, cuento corto, me llevaron para la comisaria, y me tuvieron toda la tarde ahí los hueones. Pero como es un pueblo chico, no quisieron armar tanto alboroto, y al final decidieron que tenía que pagarle el diente a la paca poh. Uta en ese tiempo, te estoy hablando de 500 lucas por lo menos, harta plata…. 

La cuestión es que le pagué el diente a la carabinera, y lo único que quería era olvidar ese episodio, porque me hacía sentir super mal. Yo no acostumbro a reaccionar así y esa fue una impulsividad mía no más, al ver el daño que le pude haber ocasionado el perro a mi hija y nadie me ayudaba. 

Pasaron los años, y el cargo de conciencia también paso con el tiempo. En ese entonces, yo me encontraba trabajando el Valparaíso y tenía que viajar recurrentemente a Santiago. Un día resultó, que yo iba por la autopista del sol, iba a más de lo permitido, como a 125 km/h y los carabineros que estaban controlando me pararon. Shuuuuu!! dije yo, parte seguro. Resignada me estacioné como me indicaron y al acercarse carabineros al auto, quedé realmente perpleja. Era la misma paca que le había quebrado el diente y dije entre mí: nooo… aquí cagué. La paca se acercó a mí, y yo estoy segura que me reconoció, nunca se olvidó de mí. Miró el auto, me pidió los documentos y se fue detrás a conversar con el otro carabinero. Mientras me lamentaba de mi mala suerte, la carabinera vuelve hacia mí, me entrega los papeles y con una sonrisa dejándose entre ver su diente de oro, me dice: Debería conducir con más prudencia, acuérdese que va con su hija en el auto, y de seguro no le gustaría que le pasara algo. Hasta luego.

Yo, roja como un tomate, atiné solamente a irme rapidito. Hasta el día de hoy me acuerdo de la situación y siempre concluyo lo mismo: las vueltas de la vida.

                                                                                                           Historias cotidianas, Agosto 2014.

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