Creo que no hay nada más difícil que defender el cigarrillo, es un hábito que despierta las antipatías y muecas de asco de cualquier persona que no lo fume. Y con justa razón, es un hábito que posee múltiples externalidades negativas, afecta la salud, es desagradable para quienes no lo fuman pero se ven obligados a respirar el humo del cigarrillo.
Ante todo creo que debemos defender
las libertades acerca de lo que particularmente significa la aprobación de esta ley. Más
allá de que se apruebe una nueva ley del tabaco, lo que podemos ver es que el Estado
nos está diciendo lo que debemos hacer y aquello que no, que cosas debemos
consumir y que cosas no debemos consumir, en donde lo debemos hacer y a qué
hora debemos hacerlo, tal como si fuéramos niños pequeños y no pudiéramos ser
capaces de decidir por nosotros mismos.
Creo que no hay libertad más profunda
que aquella que emana de la autodeterminación del ejercicio de todas las
acciones posible sobre nuestro cuerpos. Yo fumo y me gusta fumar, punto, no me
siento obligado dar mayores explicaciones que aquéllas. Tampoco me siento
obligado a cuidar de la salud de los pulmones del resto del las personas, de
aquellas que no fuman. Esta ley establece que ya no se podrá fumar en pubs y en
discotecas, locales que ya habían sido obligados a gastar en sistemas de
ventilación y espacios segregados.
Quienes tanto defienden esta ley
debido a que el humo del cigarrillo les provoca daño a pesar de no querer
fumarlo, la solución es más que evidente, no ir a lugares en donde se fuma. Por
otro lado si están tan interesados en cuidar su salud también deberían dejar de
consumir alcohol que también es nocivo para la salud o dejar de trasnochar para
ir a discotecas o pubs, porque la falta de sueño les podría ocasionar alguna
jaqueca.
El cigarrillo produce placer, si no
fuera tan placentero las personas rápidamente dejarían de fumar. De hecho es
tan placentero que la gente no quiere dejarlo. Pero posee consecuencias
negativas para la salud humana y los sistemas de salud estatales y privados.
Para los médicos y su razonamiento esto no posee sentido. Para ellos es
impensable que una persona en su sano juicio pueda elegir algo no sea bueno
para la salud de su cuerpo. Por ende el fumador deja de ser una persona
racional y pasa a ser un adicto irracional o un fumador rebelde en el peor de
los casos, una persona que prácticamente es engañado por las malvadas empresas
del tabaco quienes lo obligan a fumar y ganan dinero a costa de la irracional condición
mental de los fumadores de tabaco.
De lo anterior podemos ver la evidente
medicalización de las decisiones políticas que indicen en el comportamiento
humano. Avanzamos de forma imparable hacia un Estado terapéutico, en donde las
decisiones políticas en vez de ser debatidas en torno a la libertad de las
personas, son debatidas de acuerdo a los parámetros de salud pública que solo los
médicos y especialistas manejan.
De esta forma y apoyándonos en las
tesis de Foucault, podemos ver como el Estado exhibe su poder de vida, gestionando
el cuerpo de sus poblaciones gobernadas. Así, el Estado ya no solo es capaz de
mostrar su poder de represión, sino que ahora lo hace exhibiendo su poder de
vida sobre el cuerpo social. El cigarrillo como cualquier otra droga,
efectivamente produce consecuencias en el largo plazo, eso es innegable, pero
de ahí a que sea una preocupación del Estado, existe una distancia considerable.
Creo que todo radica en el interes del Estado por organizar al cuerpo social
de una forma en la que sea productiva, en intentar organizar a la población
para que sus comportamientos generen los menos impactos sociales posibles.
Esta vez la
balanza de poderes se ha inclinado a favor de la innegable razón médica de
gestionar a la población, en menoscabo de los intereses comerciales de las
trasnacionales tabacaleras. Es comprensible, Chile es un mercado reducido para
las grandes empresas del tabaco, a diferencia de lo que puede ocurrir en otros
países, como EE.UU, en donde si existe un lobby tabacalero poderoso y bien financiado para evitar que se
legisle en contra de sus intereses comerciales.
De esta forma podemos ver como el Estado va generado nuevas prácticas de poder destinadas a cercenar lo que
queramos hacer con nuestros cuerpos, independiente de la lesera que queramos
hacer con él. Para esto, se apoya en parte del discurso medico, en las
innegables razones salubristas para decidir por nosotros lo que es mejor para el
grueso de la población. Si seguimos así poco faltará para que Guido Giradi
logre colocarle fotos de gente obesa a los superocho. Todo puede ser peor
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